La borrachera del bypass

¡Uf, todo me da vueltas!

¡Qué borrachera tengo!

No me lo puedo creer, me acabo de poner un poco contentilla sólo con una copa.

¡Uy! ¡Si me levanto de la silla me caigo seguro!

Me siento como una pluma, ligera hasta casi flotar. Tantos años sintiéndome pesada y torpe que me da la sensación que con mi poco peso y este colocón estoy recorriendo las nubes en ala delta.

Mi cerebro es como si cambiara de golpe su función, percibo sensaciones desconocidas y muy placenteras para mi, en cambio ¡Ja! ¡Ja! se me olvidó donde vivo o donde dejé el coche. ¡Qué gracia! Voy a tener que hacer autostop, eso sí, a lo mejor produzco algún accidente porque con el calor que me sube desde el pubis, me voy a quitar hasta las bragas y con algo de suerte el hombre de mi vida se estará aproximando hacia aquí en su coche y me llevará en brazos como una princesa hasta el motel más cercano. ¡Uy! ¡Qué cosas tengo! Si me oyera mi madre, la tenía clara, la que me iba a caer. ¡Bah! ¿Quién piensa en eso? Necesito una copa más, así es que voy a probar como me sientan las burbujitaaaaas de una copa de champán.

Mujer ebria
Fuente:olkham.com.ar

Esto de la operación del bypass para adelgazar no tiene más que ventajas. Estoy increible, adelgacé 50 kilos, 12 tallas de ropa y me salen novios a patadas, aunque no sé si es por lo facilona que me pongo con sólo una copa o es que desde que me operé estoy buenísima.

El alcohol últimamente se ha convertido en mi fuente de placer, me libera del estrés, de las preocupaciones y me sube la autoestima por las nubes, aunque como la niña buena que soy, no me olvido en ningún momento de los consejos que me dio mi médico, justo después de la operación de reducción de estómago (aunque él muy finamente le llama bypass gastroduodenal):

  • No bebas agua con la comida.
  • No tomes mucha fibra.
  • Haz comidas menos abundantes y más frecuentes.
  • Evita grasas, azúcares y alcohol.

¡Bla, bla, bla! No tomar alcohol. ¡Qué risa!

Le hice caso los primeros días, pero después poco a poco empecé con mis travesuras; las tres primeras premisas me daban igual. Siempre fui de secano, con un vaso de agua al día me es suficiente y con la fibra me pasaba algo de lo mismo, siempre tuve la idea de que mi aparato digestivo no tiene las cualidades ideales para digerir vegetales como le pasa a los animales hervíboros. Aunque esto de que me restringieran la fibra se me hacía un poco raro, ya que cuando estaba a dieta me la daban hasta en pastillas. Lo que ocurre en estos casos, según mi médico, es que tras la cirugía pueden quedar estrecheces en determinadas zonas digestivas, pudiendo la fibra, por su dificultad para digerirse completamente, producir obstrucciones.

Hacer comidas menos abundantes y frecuentes tampoco me suponía esfuerzo, cronometraba los descansos entre comidas y de vez en cuando olvidaba intencionadamente el reloj en algún sitio, dejando a mi mente que llevara el ritmo. Eso sí, cuando me adelantaba un poco, había alguna que otra protesta en mi abdomen.

Hasta aquí todo iba bien hasta que llegué a mi debilidad: los dulces y las grasas.

El primer día que me dispuse a comer golosinas me encerré en mi habitación y las empecé a comer con una mezcla de hambre, deseo y sensualidad que me erizaba todo el vello corporal. ¡Cuánto tiempo llevaba deseando sentir el placentero dulzor en mi boca! No un producto cualquiera, sino azúcar y chocolate, manjares de dioses que me impulsaban a comer más, una más cada vez, más rápido, quería saturar a tope todos mis receptores cerebrales para que esa sensación no se fuera de mi mente nunca más.

El problema surgía un rato después, cuando me empezaba el dolor de barriga y una debilidad generalizada acompañada de sudor frío que me hacía desvanecer como si la llama de mi vida se fuera apagando poco a poco. Esto era debido según mi cirujano al Síndrome de dumping.

El Síndrome de Dumping ocurre hora y media o dos horas después de haber ingerido gran cantidad de azúcares. Estos azúcares llegan muy rápido a la zona del intestino donde se absorben, produciendo un incremento acentuado de la glucosa en sangre. La insulina sanguínea, en respuesta a esta elevación de azucar se eleva mucho, llegando a producir hipoglucemia, responsable de los síntomas desagradables que vinieron tras la panzada de dulces.

Con respecto a las grasas, siempre que me pasaba un poco con ellas, como era el caso de cuando tomaba callos, salmón o paté, tenía diarreas y dejaba un olor en el baño que mis familiares abrían todas las ventanas de la casa y la puerta exterior, para que se produjeran corrientes de aire, porque la atmósfera hogareña era poco apta para la vida.

Después de estas aventuras, no sabía que sorpresa desagradable me depararía el tomar alcohol en mi situación, pero ante mi sorpresa, lo que siento es maravilloso. Es como un resorte, una copita de nada y en segundos voy notando el calorcito que me recorre todo el cuerpo y poco a poco me calienta la mente y empiezo a percibir todo mi entorno distinto, como si alguien a mi lado me hubiera encendido un interruptor que iluminara todas las cosas de una energía cargada de felicidad. Todo me parece gracioso, incluso hago la danza del vientre moviendo mis flacideces a modo de velos, que si lo hiciera en mis momentos serenos me echaría a llorar.

Soy tan feliz en esos ratos de embriaguez que el alcohol se hizo mi colega para todo. Poca cantidad de cualquier licor y soy otra persona completamente distinta. Llegué incluso a tomarlo al desayuno. No podía salir a la calle sin ese punto de chispita y relajación a la vez. Me sentía engrandecida interiormente. Si me hubieran pedido en ese momento que hablara en una sala abarrotada de gente lo hubiera hecho encantada, y si me hubieran pedido hacer un striptease también lo hubiera hecho. ¿Por qué no? Estaba desinhibida, me sentía realmente yo, sin prejuicios, sin miedos y sin complejos. ¿Qué más se puede pedir? Además no me olía el aliento, mi médico me dijo que la halitosis era un efecto secundario grave del bypass que sólo le pasaba a un 5% de los operados, pero ¡oh fortuna! quiso la suerte que me tocase a mi. Sin embargo, hasta en este defectillo, el alcohol me echa una mano, huelo a whisky, anís o ron según el día; es una manera muy guay de perfumarse la boca.

Pero todo lo bueno no dura mucho. Mi adicción al alcohol se hizo más manifiesta hasta el punto de hacerme daño física y psíquicamente. No comía apenas, sólo me mantenía viva con mis vasos de vino o licor. Empecé a notar náuseas, estreñimiento y disminución del apetito, y con el paso del tiempo empecé a notar hormigueos, entumecimiento, inestabilidad al andar y veía mal, como si los ojos no fueran al mismo ritmo, aparte de no acordarme ni siquiera si había comido o no.

Yo sabía la causa pero no quería reconocerlo, me aterrorizaba volver al hospital, no quería que me ingresaran. Cuando me operé era plenamente consciente de que quería adelgazar a costa de sufrir un poco, pero ahora no tengo fuerza, prefiero morir lentamente que volver allí. Lo malo de todo esto es que tu entorno no te lo permite, para morir voluntariamente hay que hacerlo a lo bruto y con premeditación, tirarse por la ventana, colgarse de una soga, tragar pastillas; pero lo que no te permiten es dejarte morir lenta y voluntariamente si pueden evitarlo.

Sinceramente, no es que me preocupe lo que me hagan en el hospital, lo que me da miedo de verdad es que me quiten el alcohol. Lo intenté varias veces y no fui capaz, las sensaciones de dolor, inquietud, nerviosismo, desazón eran tan intensas que era como pasar del cielo al infierno de golpe. No quería pasar por ello, pero al final la presión familiar pudo conmigo y aquí estoy sentada en la cama A de la habitación 313, echando mucho de menos al mejor compañero de toda mi vida, el que me hizo pasar los ratos más agradables, el que me hizo realmente feliz: «El alcohol».

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El alcohol se degrada sobre todo en el hígado, pero es en el estómago donde tiene lugar su primera metabolización gracias a la enzima alcohol deshidrogenasa.

La actividad de esta enzima depende de varios factores como el sexo, la edad y el tiempo que tarda en vaciarse el estómago. En las personas a las que se les ha practicado una cirugía bariátrica con resección parcial del estómago, el vaciado gástrico es más rápido y la primera metabolización gástrica del alcohol es insuficiente, de ahí que las personas operadas sean más susceptibles a los efectos dañinos y adictivos del alcohol.

El consumo crónico y excesivo de alcohol produce daño en casi todos los órganos de nuestra economía:

  • Corazón: El alcohol produce, en personas genéticamente sensibles, una miocardiopatía dilatada. El corazón se dilata progresivamente llevando a la muerte por la dificultad para bombear la sangre eficazmente.
    Tenemos que diferenciar esta patología de la del «Corazón de los días de fiesta», en la que unos días después de una noche loca de botellón se producen alteraciones del ritmo cardíaco, llegando a ser muy peligrosas, como es el caso de las extrasístoles ventriculares.

  • Sistema nervioso: El consumo crónico de alcohol da lugar a neuropatías periféricas que se manifiestan con hormigueos y pérdida de sensibilidad. En algunos casos puede dar lugar a atrofia del cerebelo que produce inestabilidad al andar así como alteraciones oculares.
    Generalmente la adicción al alcohol va acompañada de malnutrición con déficit de tiamina, una vitamina del grupo B, que da lugar al Síndrome de Wernicke-Korsakoff, con amnesia, dificultad para caminar y problemas cognitivos.
  • Aparato genitourinario: Unas copas de más, esporádicamente en un varón pueden darle alas en la cama o por el contrario producir disfunción eréctil. Si el consumo de alcohol es crónico y elevado puede dar lugar a atrofia de testículos, con disminución del líquido eyaculado así como de espermatozoides, y en mujeres puede producir faltas en la regla (amenorrea), dificultad para concebir, y en el caso de que lo consigan mayor incidencia de abortos.
  • Aparato gastrointestinal: Gastritis, pancreatitis y hepatitis son reflejo del daño directo del alcohol sobre la mucosa digestiva, así como de su interferencia en el metabolismo hepático.

Aparte de esos efectos no deseados y perjudiciales del consumo de alcohol se pueden dar otros como anemia, pérdida de masa ósea, mayor incidencia de algunos tipos de cáncer, afectación muscular con pérdida de fuerza, etc. Además, ¡ojito con quedarnos a dormir la mona a la intemperie!, corremos el riesgo de morir por hipotermia, ya que el alcohol produce vasodilatación vascular con pérdida de calor así como inhibición de la formación del mismo, es decir, disminuye la termogénesis.

Si usted, querido lector, después de leer lo anterior quiere saber si tiene problemas con el alcohol, haga este cuestionario. Una respuesta afirmativa es suficiente para que se plantee seriamente hacer una visita a su médico:

Cuestionario Cage (Fuente: Harrison 17º edición en español. Editorial McGraw-Hill):

Acrónimo Pregunta

C

¿Ha sentido alguna vez la necesidad de dejar de beber?

A

¿Le han irritado las críticas de las personas sobre su forma de beber?

G

¿Se ha sentido alguna vez culpable o mal por lo que bebe?

E

¿Ha necesitado tomar una copa al levantarse para calmar los nervios, para activarse o para quitar una resaca?

Mª Jesús

Esta entrada es la participación de Vendo mi cuerpo por ser delgad@ en la XIX Edición del Carnaval de Química que en esta ocasión organiza LEET MI Explain.

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